mayo 27, 2010

Ponte de pie y únete a los caminantes

El sabio constantemente hacía cosas para el aprovechamiento de su alumno, y un día lo llamó:

- Vete a observar el mundo – dijo enigmáticamente.

El alumno dejó la casa del sabio y comenzó a viajar de pueblo en pueblo. Lo que más le impactó era la forma tan egoísta e inhumana en que se comportaban todas las personas. Sentía dentro de sí toda la desesperación del hambriento, la soledad del enfermo, la tristeza del abandonado. Su corazón estaba devastado. Le parecía que ya a nadie le importaba nadie; y su amargura creció grandemente.

Un día, caminando por un monte entre dos pueblos, vio sorprendido cómo una pequeña liebre le llevaba comida a un enorme tigre malherido, el cual no podía valerse por sí mismo. Le impresionó tanto, que regresó al siguiente día para ver si el comportamiento de la liebre era casual o habitual. Con enorme sorpresa pudo comprobar que la escena se repetía: la liebre dejaba un buen trozo de carne cerca del tigre.

Pasaron los días y la escena se repitió de un modo idéntico, hasta que el tigre recuperó las fuerzas y pudo buscar la comida por su propia cuenta. Admirado por la solidaridad y cooperación entre los animales, se dijo:

- No todo está perdido. Si los animales, que son inferiores a nosotros, son capaces de ayudarse de este modo, mucho más lo podemos hacer las personas.

Y decidió hacer un experimento. Se tiró al suelo al lado de un camino muy transitado, simulando que estaba enfermo, y se puso a esperar que pasara alguien y le ayudara. Pasaron las horas, llegó la noche y nadie se acercó en su ayuda. Se quedó así durante todo el otro día. Al anochecer ya no aguantaba su sed y hambre y abandonó el experimento. Se levantó y se fue a la casa del sabio, aun más decepcionado, en la convicción de que la humanidad no tenía el menor remedio. Llegó a la casa del Maestro y le contó su experimento, su decepción y su amargura.

- Pero ya tienes la solución, hijo mío; sólo que no la ves – dijo el sabio. – Entre la humanidad, los tigres sobran; lo que falta son las liebres.

La actitud pasiva del hombre supone que otros llevarán las soluciones necesarias a las penurias del mundo e incluso se victimiza y se une a la lista de necesitados, cuando lo que se necesita es que se ponga de pie y se una a las filas de los caminantes.

Todos los hombres estamos hechos del mismo barro, pero no del mismo molde

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