diciembre 11, 2011

Miedos, pesadillas y terrores nocturnos


Aproximadamente los miedos aparecen a los dos años. El primero que se presenta es el miedo a la oscuridad, que es el equivalente al miedo a la soledad, difícilmente soportable por el niño. Es común en la mayoría de los niños y acostumbra a durar hasta los cinco años o más. Hacia los tres años tendrá miedo a ver animalitos, ya sea en la cama o rodando por el dormitorio.

Para conjurar estos miedos el niño recurre a una serie de artilugios. Por ejemplo, se lleva a la cama un juguete favorito como la muñeca, el oso de peluche, un autito, o un almohadón, que viene a ser una compañía que simboliza a una persona querida. También puede practicar los llamados rituales de adormecimiento, que consisten en movimientos estereotipados, monólogos y peculiares maniobras antes de meterse a la cama. Por ejemplo, colocar los elementos del dormitorio en una determinada manera, arreglar la cama de alguna manera en particular, insistir a la madre que se quede junto a él o que le lea un cuento, etc. Son un conjunto de actividades que realizan para bajar los niveles de ansiedad.

Otro miedo importante es el miedo a la muerte, especialmente al de la madre, y comienza a presentarse a los seis años, manifestándose con severos insomnios. El miedo a las sombras y a los ladrones encerrados en la pieza acostumbra a aparecer a los siete años. Los miedos tienen mucho de hereditario, y puede ocurrir que a padres miedosos, hijos miedosos.



Las angustias se expresan en los sueños a través de las pesadillas. Son los auténticos malos sueños. El campo de batalla de las situaciones importantes que hayan acontecido durante el día, el niño se las lleva a la cama. El niño, que se ha acostado tranquilo, se despierta aterrorizado y se pone a llorar desconsoladamente. Habitualmente acontece dentro de las dos primeras horas de sueño (durante el primer ciclo, que es el más largo de los cinco o seis que configuran toda la noche). Cuando llegan los padres, consiguen sosegarlo con mayor o menor facilidad, depende por supuesto del tipo de pesadilla y de si el padre tranquilamente lo calma. A la mañana siguiente podrá evocarse el recuerdo del mal sueño, aunque con frecuencia se acompañe el recordatorio de cierta sensación de pánico. En las posteriores noches el niño puede resistirse a ir a la cama.

Los terrores nocturnos son otro asunto. A menudo la gente los confunde con las pesadillas, pero son dos fenómenos completamente distintos. El terror nocturno es mucho más aparatoso y su causa es independiente de los acontecimientos diurnos. Son más frecuentes en los varones, apareciendo a los dos años, con un máximo de incidencia a los siete, para luego disminuir su presentación hasta la pubertad, en la que desaparecen totalmente.

Se presenta con gritos angustiosos y se incorpora bruscamente en la cama. Los ojos, desmesuradamente abiertos pareciera que miran a un determinado punto de la habitación. La expresión de la cara es de terror y no reconoce a sus padres. Parece despierto, pero está totalmente desorientado, es imposible calmarlo. Terminado el episodio, que puede durar desde varios segundos a varios minutos, el niño se duerme plácidamente como si nada hubiera pasado, los que quedan angustiados son los padres. Los terrores nocturnos también se presentan en las primeras horas de sueño y pueden repetirse varias noches. A diferencia de las pesadillas, los terrores son independientes de lo que está soñando el niño, por esta razón a la mañana siguiente no recuerda nada.

Consejos para un buen dormir:
  • Adopten una actitud permisiva hacia los rituales de adormecimiento. Permita que se lleve a la cama los juguetes, póngales una luz o “espanta cuco”, deje la puerta abierta que les da al pasillo.
  • Si pasa una temporada de nerviosismo, no le escatime su compañía, léanle un cuento si les hace falta, quédense junto a el hasta que se duerma, y hasta un poco más, por si se despierta y vea que están a su lado.
  • Al mismo tiempo, anímele a que intente dormir solo y prémiele sus intentos y progresos.
  • Sea intransigente con las demandas y exigencias nocturnas que tiranizan reclamando continua asistencia, que de hacerles caso se irán multiplicando en una escala sin límites
  • No renuncien nunca permitiendo que el niño termine durmiendo con ustedes, si lo hacen están “perdidos”. Tampoco incurra en el error de decirles “vete a la cama” como un castigo, porque entonces el niño siempre lo verá como tal.
Referencia: Salud y psicología. P. Castells Cuixart
Adaptado de: www.constanzadiaz.cl/content/view/440301/Miedos-pesadillas-y-terrores-nocturnos.html#content-top

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