septiembre 30, 2012

Niños Fumadores


El consumo de tabaco en los adolescentes chilenos es impresionante. De acuerdo a la cuarta edición del Atlas del Tabaco (2012), el 40% de las adolescentes chilenas entre 13 y 15 años fuma, lo que las convierte en las jóvenes más fumadores del mundo. Mientras que los hombres adolescentes chilenos, ocupan el segundo puesto en el ranking de los más fumadores del continente americano.

¿Cómo los padres y adultos pueden evitar que los más pequeños y los adolescentes se conviertan en fumadores?


La Comunicación Es Clave
La buena comunicación es vital ya que es una herramienta efectiva para explicar los efectos nocivos que el cigarrillo produce en el organismo.


Además hay que considerar que hijos con relaciones conflictivas y menos abiertas con sus padres tienen más riesgo de ser fumadores, ya que son menos seguros de sí mismos, pueden tener problemas de autoestima y son mucho más ansiosos.


Fuerte y Claro
Lo ideal es que los padres y adultos eduquen sobre este tema a los niños desde pequeños (3-4 años). Lo importante es que la comunicación sobre el tabaco sea muy clara, no es necesario caer en ejemplos chocantes, porque no son tan efectivos, pero si hablar clara y abiertamente sobre las consecuencias mortales que el tabaquismo produce.


Por otra parte, también hay una responsabilidad importante de los padres y adultos de promover la vida sana, del valor y beneficios que ese estilo produce en la vida de una persona, siempre hablando clara y abiertamente.


Fumador De por Vida
El tabaquismo es una dependencia física y psicológica, por lo que hay mayores probabilidades de que un joven fumador prolongue esa conducta en la adultez.


Aunque en la adultez se ha visto que influyen otros factores como los eventos estresantes a lo que los adultos están expuestos a diario en su rutina de vida, hay mayor grado de ansiedad y se utiliza como una forma de calmarse, de entretenerse


Pero más allá del estrés diario al que se está expuesto, los hábitos saludables, la confianza en sí mismo y una educación clara y abierta desde la infancia, ayudarán a evitar tentarse con este vicio fatal.

Lo más efectivo para evitar que niños y adolescentes fumen, es dar el ejemplo. Es decir que los padres y adultos no consuman tabaco.

Video de Campaña Anti-tabaco:




septiembre 23, 2012

Cuenta cuentos


Contar cuentos es un hábito que se ha perdido desde un tiempo hasta ahora, siendo reemplazado por el hábito de dejar a los niños frente a la televisión horas y horas, viendo cualquier clase de programa, algunos que no corresponden a su edad y también, limitando su imaginación y el interés por realizar otras actividades.

Así, se ha dejado de lado la importancia que tienen los cuentos, tanto para el que escucha como para el que narra. Contar cuentos tiene beneficios, aquí hay tips sobre sus cualidades:
  • El escuchar cuentos hace a los niños más reflexivos, ya que en éstos siempre encontraremos un mensaje que los lleve a comprender la forma en que deben actuar y comportarse, a saber distinguir entre lo bueno y lo malo.
  • Le ayuda a combatir sus propios temores. En muchos de los cuentos el niño se puede identificar con las emociones de los protagonistas, y el conocer el desenlace y lo que le va ocurriendo a lo largo de la historia, supone tener argumentos para afrontar sus propios miedos, con una sensación de mayor control.
  • El cuento es una de las bases para el desarrollo intelectual del niño, al contarle una historia podemos lograr que entienda las cosas con más rapidez, que su cerebro trabaje con mayor certeza.
  • Se estimula su memoria y sus ganas de expresarse.
  • Desarrolla y amplían las capacidades de percepción y comprensión del niño.
  • Amplían su sensibilidad.
  • En niño se siente feliz porque sus padres están con él, dedicándole un tiempo para atenderlo y mimarlo.
  • Fomenta la lectura y el amor por los libros en nuestros hijos, ya que el interés que les despiertan las historias mágicas y llenas de aventura plasmadas en esas páginas, aumentan sus ganas de conocer más relatos, por eso es fácil que acaben amando la lectura.
  • El niño aprende más palabras, su vocabulario es más amplio y este aspecto le ayudará muchísimo posteriormente, porque podrá leer mucho mejor y por consiguiente tener un mejor desempeño escolar.
  • Los niños a quienes sus padres frecuentemente les leen cuentos, saben escuchar y poner a tención, elementos muy necesarios para un buen aprendizaje.
  • Es una medida muy efectiva para tranquilizar a los niños sobre todo cuando los vemos muy inquietos y/o ansiosos.
  • ayuda a sus hijos a conciliar el sueño y les prepara para que descansen como es debido.
  • A través del cuento podemos llegar a relacionarnos tanto con nuestros hijos, que podemos ganarnos su confianza para que así como nos cuentan sobre las cosas cotidianas que les suceden también sobre situaciones difíciles que estén viviendo, pudiéndolos orientar y apoyar.
  • Aunque no lo crean padres de familia, a través de lectura de cuentos nuestros hijos pueden aprender sobre historia, la vida humana y animal; letras, colores, números, palabras en otro idioma, etc. sin que les resulte aburrido.
También es necesario encontrar el momento y el lugar adecuado para poder contarle un cuento a un niño, ya que ellos necesitan concentrarse y entender lo que escuchan.
Encuentra la manera de que sea un momento mágico e íntimo, también si vas a relatar un cuento, hazlo con alegría y entusiasmo, finalmente que sea interactivo y que lleve a una retroalimentación, por ejemplo comentar lo principal del cuento, recalcar valores y los personajes buenos o incentivar su imaginación y realizar dibujos.

De esta forma se fomentará a los niños a realizar diversas actividades y ayudará a nutrir su mente e imaginación, sacándolos del mundo de la televisión que es un mundo, muchas veces, bastante explicito y aleja a los niños de la creatividad y el aprendizaje.

Para mayor información sobre los beneficios y la manera de relatar un cuento, visita esta página y ve el siguiente video:

septiembre 17, 2012

Cómo desarrollar la disciplina en los niños


Una de las tareas fundamentales de todo padre es enseñar a nuestros hijos a ser personas autónomas, con capacidad de enfrentar al mundo por sí solos. Además de entregarles el amor, afecto y cuidados necesarios, todo niño necesita aprender a convivir en sociedad, acorde con las normas y patrones de conducta aceptados. Para lograr ello es necesario inculcar la disciplina desde los primeros años, estableciendo límites claros y precisos.

El objetivo principal es hacer que esta disciplina forme parte de la personalidad del menor y que se auto-promueva.

¿Desde qué edad se debe enseñar la disciplina?
Se debe tener en cuenta es la edad mental del niño, es decir que sea lo suficientemente maduro para entender lo que está permitido y lo que no lo está. Aproximadamente a los tres años, el niño ya está en la capacidad de comprender lo que se espera de él. Por ejemplo, se le puede inculcar hábitos cotidianos como acostarse a una hora indicada para dormir, enseñarle que debe guardar sus juguetes y no tirarlos, etc.; ésta es una forma de enseñar a los niños a ser disciplinados.

¿Cómo promover la disciplina en mi niño?
  • Lo primero es enseñarles con el ejemplo, así el niño estará más dispuesto a obedecer las normas.
  • Indicarle de forma clara las tareas que debe realizar diariamente, levantarse, cepillarse los dientes, asearse, guardar sus juguetes luego de haber jugado, en fin, todo dependerá de la rutina que establecerán los padres de acuerdo a la edad del niño.
  • Ser claros y precisos al indicar las órdenes y establecer los límites de la conducta del niño, decirle lo que tiene que hacer, lo que esperamos que haga y no decirle lo que no debe hacer. Se debe evitar el “no”, por ejemplo, envés de decirle “no te subas a esa silla, no estás haciendo la tarea, deja de estar jugando”, podemos decirle: “Baja de la silla y siéntate” “Continúa haciendo tus tareas”.
  • Explicarle de manera sencilla las razones por las cuales una conducta es o no la más adecuada.
  • Premiarlo luego de mostrar la conducta deseada, muchos padres olvidan esto y es que es una premisa básica para que una conducta adecuada se siga presentando, es importante premiar al niño, pero evitando cosas materiales como juguetes o caramelos, ya que puede acostumbrarse a ello, lo ideal es entregarles una sonrisa o una felicitación; el objetivo es que la propia conducta llegue a ser su propia recompensa, que se sienta bien por las cosas que ha podido realizar y por lo bien que se ha portado.
  • Establecer las reglas o normas que tendrán las conductas inadecuadas, previamente se debe conversar con el niño sobre las consecuencias de sus conductas, no es recomendable utilizar el castigo físico, lo mejor será negarle alguna actividad que le guste realizar al niño, por ejemplo, no salir el fin de semana de paseo, no dejar que vea su programa favorito ese día, etc.
  • Elogiar las conductas deseables; el niño necesita saber que lo que hizo está bien, sólo así seguirá presentando las conductas adecuadas.





septiembre 08, 2012

Aprender de los fracasos

Tanto valoramos el éxito que gran parte de la educación la orientamos a la obtención de logros. En el camino, hemos olvidado que parte fundamental son los tropiezos, pues nos abren las puertas al crecimiento.

Es parte de nuestra naturaleza cometer errores, pero aún así vivimos con miedo a fallar. La misma palabra “fracaso” tiene tan mala fama que la mayoría la utiliza con un dejo de tristeza, sin considerar que no hay quién no haya fracasado en su vida. El fracaso parece ser un dato que no debiera asomarse en la biografía personal. Los triunfadores, los reconocidos, son a los que se les da tribuna, entonces, dar la posibilidad del fracaso en la propia vida es como autocensurarse de entrada.

El término “fracaso” viene del italiano “fracassare”, que significa “romperse algo estrepitosamente”. Y hay algo de cierto en esto, pues cuando un sueño, una ilusión, una amistad o un proyecto nuestro fracasa, emocionalmente sentimos que en nuestro interior algo “se rompe”. Hay un quiebre que nos afecta directamente en la manera de percibir la realidad; ante un fracaso pareciera que esta nos dio la espalda y la desilusión se apodera de nuestro ánimo.

Hay tres lecciones que podemos sacar del fracaso: (1) identificar prioridades y a distinguir lo importante de lo superficial, (2) estimular la reflexión y el contacto con uno mismo y (3) volvernos más comprensivos con los demás.

Fracasar forma parte del aprendizaje. Todos nos caímos cuando aprendimos a andar en bicicleta, y luego nos paramos y volvimos a andar; y hoy, aunque no lo hayamos hecho hace tiempo, seguimos siendo capaces de hacerlo. Aprendemos en un proceso de fracasos, de caerse. El tema es la connotación positiva o negativa que le damos. El gran desafío es cambiar la visión que existe actualmente, y validarlo, desdramatizarlo y tomarlo como una etapa dentro del proceso que tenemos que recorrer para llegar al éxito. Si aprendes de ese fracaso y tienes la capacidad de volver a pararte, vas a mirar hacia atrás y te vas a dar cuenta que no va a ser más que otro paso para llegar a tu meta.

La persona que fracasa no necesariamente es un fracasado. Este último es aquella persona que se ha dejado vencer por las circunstancias o la dejadez, que no vuelve a intentar, que le abre la puerta al pesimismo, se abruma y se empapa de desilusión. Vencer el fracaso o esa sensación de ruptura interior requiere de perseverancia, haber aprendido a ponerse de pie y llevar marcado dentro que las expectativas de la vida dependen en un alto porcentaje de la actitud personal.

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¿Fracasar a los 8 años?
Los adultos tienen mucha responsabilidad en la categoría que adquieren los eventos de la vida de un niño. Son ellos los que le ponen el nombre de “fracaso”, porque en realidad, a esta edad, se habla más bien de frustración. El fracaso supone que uno se ha embarcado en cierta acción, que deliberadamente se ha proyectado en un plan, ha buscado medios, es decir, hay una conciencia plena de lo que busco. Pero los niños suelen actuar movidos por sus deseos, afectos, necesidades y no mayormente por decisiones más profundas. Es decir, la pelea con un amigo suele responder a eventos circunstanciales de celos, envidia, egoísmo, pero no es un fracaso, como sí podría considerarse la pelea que conlleva la amistad adulta, cuando no se pusieron en juego todas las herramientas comunicacionales y de empatía para resolver las diferencias.

Un niño tiene todavía mucha historia que contar, mucho que volver a andar, que rehacer y aprender. Es más flexible a las adversidades de la vida, está explorando sus capacidades, se están poniendo a prueba sus fortalezas. Por eso los adultos no podemos categorizarlos ni enmarcarlos… Un padre que cataloga la mala nota del hijo como un fracaso tiene que tener cuidado: eso puede jugarle una mala pasada en el futuro, en el sentido de estigmatizar al niño y convertirlo finalmente en lo que está prejuzgando de él.

Enseñar a los hijos a aprender de los fracasos resulta más fácil si los consideramos algo natural; incluso es bueno saberlo para evitar una “neurosis perfeccionista”, que se ha apoderado de muchos en la actualidad y que delata también una falta de humildad. El objetivo de los padres debe ser el de mostrarles que cada caer es una oportunidad.

Hay que dejar que los niños se equivoquen. Y que asuman las consecuencias que eso conlleva, aunque les provoque desilusión, desencanto, dolor. El sufrimiento es una escuela de vida; el ahorrarles el dolor equivale a hacerles reprobar la asignatura sin nunca haber tenido clases. Es cierto que cuesta ver sufrir a los propios hijos, pero lo peor es disfrazarles la realidad. Los papás tienden a ser muy sobreprotectores, quieren que sus hijos asuman los menores riesgos posibles. Pero a medida que generan espacios seguros y protegidos, hay menos porrazos; y menos porrazos equivalen a menos procesos de aprendizaje. Cuando los padres privan a los niños de fracasar, los privan de uno de los procesos más valiosos que pueden tener en su vida.

Hay que reforzar permanentemente su autoestima. Para eso es clave potenciar las fortalezas y no quedarse pegado en las debilidades. Edison fue expulsado del colegio (era algo sordo y tenía muchos problemas) y educado por su madre, quien veía en él enormes talentos creativos. Años después se convirtió en el mayor inventor del siglo XX.

Hay que exigirles. Eso les permitirá conocer sus límites, probar su propio “elástico interior”. Luego, frente a las dificultades podrán ponerse a prueba y descubrir esa potencia que ni siquiera imaginaban tener.

Hay que enseñarles a tener una actitud positiva ante la vida. Eso se aprende en la familia. Vale la pena preguntarse: ¿qué es lo que primero hago o digo al llegar a casa después del trabajo? Muchas veces nuestra queja es tremenda: el día cansador, el jefe intolerable, el tráfico horroroso… Lo mismo ocurre en el proceso de formación de los niños. Ellos aún no pueden determinar si lo que les ocurrió es un fracaso o no; dependerá de lo que diga el adulto. Si a un niño le va mal en la prueba de matemáticas y tú le dices “bueno, es difícil que te vaya bien, porque yo siempre fui negada para los números, así que no importa, haz lo que puedas no más”, lo marcas negativamente. Si, en cambio, le dices “veamos qué podemos hacer para mejorar, quizás tienes que cambiar la técnica de estudio, pero tú puedes hacerlo, sigamos avanzando”, lo puede ver como una tremenda oportunidad.

Hay que centrarse en el proceso. Enseñarle a los hijos a no estar pendientes solo del resultado, sino a disfrutar el camino que recorren. Muchos jóvenes dicen: “si no gano, entonces no sirvió de nada lo que hice”. Ahí es cuando viene la pregunta: ¿qué lograste, qué aprendiste, eras capaz de hacer esto antes? Cuando nos hacemos conscientes de ese proceso, de que esto es solo una parte de crecer, es cuando hacemos el cambio de realidad. Es como abrir el espectro de visión. Por lo mismo, es importante recalcarles que el fracaso no tiene por qué ser algo definitivo. Al contrario, constituye parte de las reglas del juego. Se debe contar con que no todo -o quizás nada- va a salir como lo teníamos planeado, pero la gracia está en seguir adelante, pese a los contratiempos.

Hay que motivarlos a autoevaluarse. Frente a tropiezos como no haber sido elegido en el equipo de fútbol o haberse quedado en blanco en una prueba, los padres pueden llevar a sus hijos a la reflexión. El fracaso hace lucir ante uno mismo la propia limitación y brinda la oportunidad de evaluar qué hacer para superarse y lograr dar lo mejor de sí. Es positivo saber que muchas cosas dependen de uno mismo y que pequeños cambios hacen una gran diferencia.

Adaptado del artículo de Pía Orellana, de la revista Hacer Familia Chile

septiembre 02, 2012

Lactancia, su importancia en el desarrollo de las personas


Las personas constantemente estamos generando vínculos y lazos emocionales con otras personas que nos rodean, según afinidad, según el trabajo, según el colegio, etc. Pero hay un vínculo que es necesario que se cree y que se desarrolle a lo largo de la vida, es el primer vínculo que generamos cuando entramos en contacto con el mundo, el vínculo que existe entre la madre y los hijos.

Este vínculo es necesario, ya que da el paso a que el recién nacido mantenga una estabilidad emocional a lo largo de la vida, y es que amantar es mucho más que alimentar. Además de aportarle nutrientes, hay un intercambio relacional. Al amamantar se desencadenan en la madre y el niño hormonas que estimulan el apego y contribuyen a la formación de un vínculo estrecho entre ambos.

Buscando en internet, llegué a la página de la Unicef, la cual entregaba muchos datos interesantes sobre la gran importancia que tiene la lactancia materna, aquí les entregaré algunos datos:

“…Se ha observado que los niños amamantados son más activos, presentan un mejor desarrollo psicomotor y mejor capacidad de aprendizaje. También se ha demostrado que niños prematuros alimentados con leche materna tienen un coeficiente intelectual, medido a los ocho años, significativamente superior a los que no recibieron leche materna. Investigaciones recientes muestran una mayor agudeza visual entre los niños que fueron amamantados comparados con los alimentados con fórmula…”

“Al amamantar, el contacto piel a piel favorece el apego y estimula la creación de vínculos de amor y seguridad entre la madre y el niño, permitiendo que éste afirme su presencia como persona a través de la interacción con su madre Es por ello que se considera que la interacción del niño o niña durante los primeros días, semanas y meses con sus padres, y la formación de las bases de su personalidad y seguridad en sí mismo, están estrechamente ligadas al amamantamiento…”

Ahora, la idea es que las futuras madres que esperan ansiosas la llegada de su bebé se motiven y estimulen la lactancia con sus hijos, ya que no se trata solo de alimentar, se trata del desarrollo completo de sus hijos, además de crear barreras para infecciones y para que crezca sin problemas físicos, también es un alimento para el corazón, el cual lo ayudará a ser personas más seguras y más estables en un futuro, para cuando ellos mismos tengan la oportunidad de ser padres.

Para mayor información la página de la Unicef:
http://www.unicef.cl/lactancia/