diciembre 31, 2011

!Feliz Año Nuevo a Todos!


Estimados voluntarios, profesores, apoderados y niños bkns,

Queremos agradecerles por este gran año, por estar siempre acompañándonos y apoyándonos en todas las actividades realizadas este 2011, ya que sin el compromiso de todos uds. nada de esto sería posible!

Esperamos que el próximo año sea aún mejor que éste y esperamos seguir contando con su participación, ya que seguiremos teniendo mil y un cosas nuevas para uds., cosas entretenidas y cosas que nos harán crecer como taller.

Que pasen una linda noche con sus seres queridos y nos vemos el otro año!!

Koté y Maca, Coordinadoras Generales Taller SPB 2011.

diciembre 23, 2011

¿Se puede enseñar arte?

Más que enseñar arte desde el comienzo de la vida, hay que crear una atmósfera donde la expresión artística tenga lugar. Y hacerlo es más sencillo de lo que se cree. En primera instancia, es importante saber que el aprendizaje de los primeros años no es memorístico ni teórico, sino sensorial y motriz. El niño pequeño conoce el mundo tocándolo, oliéndolo, probándolo, moviéndose constantemente, mirando, escuchando y hablando.

“Laura piensa con los pies”, comentó una vez mi hijo al observar la actividad frenética de su primita, que empezaba a caminar. Desde entonces, acuñé esa frase para explicarle a los padres el papel fundamental que juegan la exploración motriz y sensorial en los primeros años. Ampliando la frase, podría decir que, en los primeros años, un niño piensa con todo su cuerpo y con todos sus sentidos. Por lo tanto, lo que podemos hacer es dejarlo “pensar libremente”, mediante el movimiento y la exploración de su entorno.

Llevarlo al parque, por ejemplo, no sólo para que corra y salte, sino para que sienta el aire, el sol, las cosquillas de la hierba, el crujido de las hojas, el olor de las flores, el canto de los pájaros y la textura de la arena. En este punto es importante anotar que los niños de ahora suelen desarrollarse en atmósferas asépticas y citadinas, muy poco propicias para la exploración sensorial. Si bien es cierto que hemos ganado en prevención de enfermedades, también es innegable que hace una o dos generaciones, los niños podían andar descalzos por el prado, sentir el rocío, tocar animales, probar la masa cruda de una torta e, incluso, conocer el sabor de la tierra o de una fruta recién caída del árbol. Ahora, por el contrario, los niños permanecen encerrados en apartamentos, con alfombras que amortiguan sus pasos y rodeados de personas que, con las mejores intenciones, desean verlos a ellos y a su entorno, perfectamente limpios. Pues bien, un apartamento y un niño relucientes son la antítesis de la exploración artística.

Por eso hay que buscar fórmulas para proporcionar a los pequeños experiencias sensoriales en sus hogares: masajes en su piel con cremas, aceites, y texturas; tiempo libre para jugar con la espuma y las esponjas en la bañera; oportunidades para corretear descalzo, para moverse y bailar ligero de ropa; para preparar una receta de cocina, etc. Pero además de esas experiencias, la actitud de los adultos frente al tiempo libre es fundamental. Aquellos padres que permiten a sus hijos pasar las horas jugando, sin inundar sus “agendas” de actividades útiles o de innumerables clases, paradójicamente permiten más este desarrollo que aquellos que los agobian desde que nacen con múltiples cursillos.

Un niño necesita tiempo para jugar solo, para soñar y fantasear. Cuando está en su habitación hablando con sus muñecos, y haciendo de cuenta que un palo era caballo, o que los cojines eran barco, y que ahora hacíamos esto o aquello, estará ejercitando, mediante el juego, la premisa fundamental en la que descansa, no sólo cualquier actividad artística, sino cualquier creación humana, es decir, la capacidad simbólica. Esa posibilidad de hacer de cuenta que tal cosa era tal otra. Sin esa posibilidad de fingimiento o de fabulación, que nos permite reemplazar unos términos de la realidad por otras realidades más lejanas, no hay creación ni pensamiento.

En el fondo, ¿qué hace un novelista? Fingir que ciertos personajes vivían en tal mundo y hacían tales cosas. Lo mismo hacen los bailarines, los pintores, los actores: inventan mundos posibles y se mueven por ellos a sus anchas, para convencernos a todos de su existencia. Eso mismo hace un pequeño cuando se entrega al juego simbólico. Pero nadie puede jugar si siempre anda de prisa.

Niños artistas

Hay padres que se preocupan por inscribir a sus hijos de dos años en muchos talleres, con la disculpa de que “se aburren y no saben qué hacer con tanto tiempo libre”. En realidad, son los padres quienes “no saben qué hacer” con el ocio de ellos y de sus hijos. Esto no significa que los niños no puedan ir a lugares estimulantes, siempre y cuando, dispongan también del tiempo necesario para jugar a imaginar.

Ese tiempo de la infancia, lento e incluso monótono, es lo que más echamos de menos los adultos. Recuerdas esas épocas, cuando pasabas las tardes viviendo en una casa hecha de trapos: ¿alguna vez te aburrías?. Si quieres que tu hijo desarrolle su capacidad creadora, no pretendas adiestrarlo, ni enseñarle prematuramente manejo del color o perspectiva, ni técnica vocal, ni cualquier otra minucia artística. Olvídate de tu sol con rayos simétricos, de tus casas triangulares o de tu aparente torpeza para cantar o bailar. Más bien, motívalo a mirar el mundo desprevenidamente, y aprovecha, tú también, para desaprender lo que sabías. Permite que la música y los libros entren a tu casa y ocupen un lugar importante al lado de los juguetes, para que tu niño descubra el enorme placer de leer, soñar y disfrutar, sin presiones académicas o pretensiones didácticas. Y, en cuanto a los juguetes, no siempre los más costosos o sofisticados son los que más desarrollan la creatividad, ¡todo lo contrario! Desconfía de esos juguetes programados que despliegan luces, o de esas muñecas electrónicas que repiten frases de cajón. Bastan un muñeco entrañable, los zapatos viejos de mamá o un mantel para suscitar aventuras creativas. Asegúrate de tener también papeles grandes, pinturas no tóxicas, arcilla y plastilina. . . El resto, déjalo en las manos de tu hijo. . . Te sorprenderás al ver cómo van surgiendo, desde el fondo de sí mismo, los primeros garabatos y descubrirás que, poco a poco, se convertirán en trazos cada vez más ricos, llenos de forma y contenido.

Tu papel como adulto sólo consiste en permitir la libre expresión, y en proveer los materiales y las situaciones, sin hacer juicios de valor. Cuídate, especialmente, de decirle qué está bien o qué está mal. Mientras más libre se sienta, mejor podrá desarrollar sus procesos de expresión artística. Y, con el tiempo, será él mismo quien te diga qué le gusta más: si pintar, bailar, tocar un instrumento, inventar historias o varias de esas cosas.

Cuando esté en la escuela primaria, podrás detectar cuáles son las experiencias artísticas que más lo motivan y entonces, llegará el momento en el que pueda dedicarse a profundizar en una vocación particular. Pero, para que esto suceda, asegúrate de que, durante los primeros siete años de vida, tenga muchas opciones de experimentar el arte en todas sus posibilidades, de expresar su mundo interior y, lo que es más importante, de descubrir ese placer incomparable que consiste en entregarse a la tarea de recrear el mundo.

Como se dice en el lenguaje común, “nadie nos quita lo bailado”. Y sí: en todo lo bailado, lo jugado, lo cantado, lo contado, lo pintado y lo vivido durante la primera infancia, está la materia prima del arte. Pero además de desarrollar una vocación artística específica, estas primeras experiencias ayudarán a cada niño a convertirse en un adulto seguro de sí mismo, consciente de que es único y de que tiene algo propio e irrepetible para aportar al mundo.

Resumen basado en información extraída de "ESPANTAPÁJAROS TALLER"

diciembre 20, 2011

Navidad en familia

Compartir la Navidad en familia estimula los valores en los niños y su importancia no sólo radica en el hecho de recibir regalos. Es una época en la que los pequeños esperan recibir demostraciones de cariño y afecto, y compartir momentos inolvidables con sus seres queridos.

La celebración navideña es una oportunidad para que los niños afiancen su identidad, estima y valía. Y es una ocasión extraordinaria que tienen los adultos para demostrar no sólo con objetos materiales, sino afectivos, qué tan importante es el pequeño para ellos. Cuando un niño se involucra en la celebración, siente acercamiento y pertenencia hacia su grupo familiar.

Marcela Ariza, directora del Instituto de la Familia de la Universidad de la Sabana, enfatiza en que la alegría verdadera no requiere de grandes montajes, que pueden llevar a la saturación mental y al agotamiento físico. “Momentos tranquilos, en grata compañía, vividos con humor y optimismo, facilitan la expansión del espíritu, dan descanso al cuerpo y traen paz al corazón del ser humano”, afirma.

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Importancia de los valores

Los pequeños que viven la Navidad en familia fomentan el valor de la solidaridad, la seguridad y la unión. Por ejemplo, un regalo debe servir para generar valores afectivos basados en dar y recibir y en compartir con otros niños. También se fomenta la capacidad de socialización.

Un pequeño que tiene la oportunidad de tener afecto socializa mejor y es más seguro. Incluso, en esta época se despierta el sentimiento de solidaridad. Es importante aprovechar las festividades para acompañar a pobres, huérfanos, ancianos y enfermos. Estos momentos jamás se olvidan y les permiten a los niños demostrar que puede hacer feliz a alguien, sin necesidad de gastar demasiado.

Por eso, si el niño vive las tradiciones de manera amorosa, bajo el ejemplo de sus padres, podrá transmitirles a sus hijos la importancia de vivir la Navidad en familia.

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Adaptado de http://www.suenafamiliar.cl/compartir-la-navidad-en-familia-estimula-los-valores-en-los-ninos

diciembre 11, 2011

Miedos, pesadillas y terrores nocturnos


Aproximadamente los miedos aparecen a los dos años. El primero que se presenta es el miedo a la oscuridad, que es el equivalente al miedo a la soledad, difícilmente soportable por el niño. Es común en la mayoría de los niños y acostumbra a durar hasta los cinco años o más. Hacia los tres años tendrá miedo a ver animalitos, ya sea en la cama o rodando por el dormitorio.

Para conjurar estos miedos el niño recurre a una serie de artilugios. Por ejemplo, se lleva a la cama un juguete favorito como la muñeca, el oso de peluche, un autito, o un almohadón, que viene a ser una compañía que simboliza a una persona querida. También puede practicar los llamados rituales de adormecimiento, que consisten en movimientos estereotipados, monólogos y peculiares maniobras antes de meterse a la cama. Por ejemplo, colocar los elementos del dormitorio en una determinada manera, arreglar la cama de alguna manera en particular, insistir a la madre que se quede junto a él o que le lea un cuento, etc. Son un conjunto de actividades que realizan para bajar los niveles de ansiedad.

Otro miedo importante es el miedo a la muerte, especialmente al de la madre, y comienza a presentarse a los seis años, manifestándose con severos insomnios. El miedo a las sombras y a los ladrones encerrados en la pieza acostumbra a aparecer a los siete años. Los miedos tienen mucho de hereditario, y puede ocurrir que a padres miedosos, hijos miedosos.



Las angustias se expresan en los sueños a través de las pesadillas. Son los auténticos malos sueños. El campo de batalla de las situaciones importantes que hayan acontecido durante el día, el niño se las lleva a la cama. El niño, que se ha acostado tranquilo, se despierta aterrorizado y se pone a llorar desconsoladamente. Habitualmente acontece dentro de las dos primeras horas de sueño (durante el primer ciclo, que es el más largo de los cinco o seis que configuran toda la noche). Cuando llegan los padres, consiguen sosegarlo con mayor o menor facilidad, depende por supuesto del tipo de pesadilla y de si el padre tranquilamente lo calma. A la mañana siguiente podrá evocarse el recuerdo del mal sueño, aunque con frecuencia se acompañe el recordatorio de cierta sensación de pánico. En las posteriores noches el niño puede resistirse a ir a la cama.

Los terrores nocturnos son otro asunto. A menudo la gente los confunde con las pesadillas, pero son dos fenómenos completamente distintos. El terror nocturno es mucho más aparatoso y su causa es independiente de los acontecimientos diurnos. Son más frecuentes en los varones, apareciendo a los dos años, con un máximo de incidencia a los siete, para luego disminuir su presentación hasta la pubertad, en la que desaparecen totalmente.

Se presenta con gritos angustiosos y se incorpora bruscamente en la cama. Los ojos, desmesuradamente abiertos pareciera que miran a un determinado punto de la habitación. La expresión de la cara es de terror y no reconoce a sus padres. Parece despierto, pero está totalmente desorientado, es imposible calmarlo. Terminado el episodio, que puede durar desde varios segundos a varios minutos, el niño se duerme plácidamente como si nada hubiera pasado, los que quedan angustiados son los padres. Los terrores nocturnos también se presentan en las primeras horas de sueño y pueden repetirse varias noches. A diferencia de las pesadillas, los terrores son independientes de lo que está soñando el niño, por esta razón a la mañana siguiente no recuerda nada.

Consejos para un buen dormir:
  • Adopten una actitud permisiva hacia los rituales de adormecimiento. Permita que se lleve a la cama los juguetes, póngales una luz o “espanta cuco”, deje la puerta abierta que les da al pasillo.
  • Si pasa una temporada de nerviosismo, no le escatime su compañía, léanle un cuento si les hace falta, quédense junto a el hasta que se duerma, y hasta un poco más, por si se despierta y vea que están a su lado.
  • Al mismo tiempo, anímele a que intente dormir solo y prémiele sus intentos y progresos.
  • Sea intransigente con las demandas y exigencias nocturnas que tiranizan reclamando continua asistencia, que de hacerles caso se irán multiplicando en una escala sin límites
  • No renuncien nunca permitiendo que el niño termine durmiendo con ustedes, si lo hacen están “perdidos”. Tampoco incurra en el error de decirles “vete a la cama” como un castigo, porque entonces el niño siempre lo verá como tal.
Referencia: Salud y psicología. P. Castells Cuixart
Adaptado de: www.constanzadiaz.cl/content/view/440301/Miedos-pesadillas-y-terrores-nocturnos.html#content-top

diciembre 04, 2011

Soy un niño con trastorno de hiperactividad, estos son mis derechos!


1. Ayúdame a poner atención: por favor, enséñame a través de mi sentido del tacto. Necesito movimiento corporal.

2. Necesito saber qué viene después: dame un ambiente estructurado en donde haya una rutina de la que pueda depender.

3. Espérame, todavía estoy pensando: permíteme ir a mi propio ritmo. Si estoy apurado, me siento confundido.

4. Me cuesta trabajo, no lo puedo hacer: por favor, bríndame opciones para solucionar los problemas.

5. ¿Está correcto? Necesito saberlo ahora: dame una retroalimentación positiva y enriquecedora de cómo lo estoy haciendo.

6. ¡No lo olvidé, no lo escuché!: Por favor dame las indicaciones una por una, y pídeme que repita lo que creo que dijiste.

7. ¡No lo sabía, no estaba en mi lugar!: Por favor recuérdame parar, pensar y actuar.

8. ¿Ya casi termino?: Por favor dame períodos cortos de trabajo con metas a corto plazo.

9. ¿Qué?: Por favor no digas "Ya te dije eso". Dímelo otra vez, en diferentes palabras. Dame una señal. Dibuja un símbolo.

10. ¿Yo sé, está todo mal?: Por favor hazme sentir orgulloso por éxitos parciales. Prémiame por mi esfuerzo personal, no sólo por perfección.

11. ¿Por qué siempre me gritan por algo?: Por favor fíjate si hago algo bien y felicítame por alguna buena conducta que tenga. Recuérdame mis fortalezas cuando tenga un mal día.

¡No lo olvides!


Fuente: www.constanzadiaz.cl/content/view/278301/Los-derechos-de-los-ninos-as-con-trastorno-de-hiperactividad.html#content-top